Este texto es parte de la obra "Habría que matarlos a todos", registrada ante la Dirección Nacional de Derecho de Autor con el Nº 5151494. ISBN 978-987-45150-1-8
Su nombre fue levantado por un comando del ERP (del que no fue miembro, como queda claro en la revista Estrella Roja, pp 16), la más llamativa de cuyas acciones, la muerte del hermano de Héctor Larrea, que vivía en Berazategui, trabajaba para los servicios de inteligencia de la Marina, espiaba obreros y vendía la información a empresas. No era el único, como puede inferirse del comunicado de GOR que reproduzco. La muerte de Larrea vino a cerrar una parábola.
Más rica es la historia de quienes permanecieron impunes: los policías que lo secuestraron y torturaron para liberarlo cuando comprobaron que no había acusaciones contra él. El caso de Lachowski es el mejor ejemplo de por qué el estado de derecho debe imponerse a la arbitrariedad: lo contrario mata a inocentes.
Aquí cuento qué le hicieron a Lachowski. Otra historia es lo que pasó con los policías. Eso lo conté en Mendoza (relato incluido en un libro editado por la Universidad de Cuyo –ver Wikipedia–) y que presenté en una ponencia en las Jornadas de Historia en Berazategui. Mi investigación sobre la policía que torturaba antes de 1976 fue publicada en el periódico Realidad y llevada a la Justicia por las Abuelas de Plaza de Mayo, lo que sirvió para condenar nada menos que a la mujer del médico Jorge Bergés. Ahora, un resumen fue publicado en el periódico Art.14 (pág. 4)
El texto:
“Y en cinco minutos, quedó destrozado.
Suena la sirena; de vuelta al trabajo.
Suena la sirena; de vuelta al trabajo.
Muchos no volvieron…”.
Víctor Jara: Te recuerdo Amanda
–¡Eh! ¿Qué pasa? ¡Bajensé! ¿Qué hacen?
–Shh... Quedate piola, somos policías.
–...
–Ahora, cerrá el pico y seguí a ese Chevy.
El fletero obedeció. Desde Wilde, a las siete de la
mañana del 26 de abril de 1972, Eladio Maximino Ferreyra, de 26 años, condujo
hasta Lanús, donde fue esposado; vendado; bajado del camión y arrojado al piso
de un auto. Tras otro viaje de media hora, fue pasado a una casa; desnudado y
atado a una cama.
–Hablanos del cargamento de armas.
–¿Eh?
–¿Vas a cantar dónde están los materiales o te ayudamos a
hacer memoria?
Ferreyra supo porqué estaba en un elástico metálico;
sintió como si le pincharan las piernas y un cosquilleo localizado que, donde
rozaba, se esparcía como un hormigueo; a mayores toques, la contracción de sus
músculos, como si se achicharraran; algo similar en la garganta, que se
apretaba casi hasta la asfixia y daba sed. No había más agua que la salpicada
sobre el cuerpo, conductora de la electricidad.
–¡No sé de qué me hablan! ¡Yo no uso armas!
–Vos no, eh, pero, ¿tus amigos?
De trompadas en la cara conocía; pero de ese otro tipo de
golpes...
–¡Basta, basta! Yo... Mis amigos... ¡No sé, pregúntenle a
ellos!
–¿Quiénes son? Cantá ¡No te olvidés de ninguno, eh!
Después de nombrar a cualquiera, a varios, quedó solo.
Se animó a espiar bajo la venda y vio, afuera, la entrada
a la finca; árboles; una perra bóxer y, a un costado de la cama, el origen de
los golpes raros: un martillo con una especie de goma adherida. Oyó:
–¡Vamos a buscar al judío!
Y fue llevado con ellos.
A las 21.45, Ana María Calaza abrió apenas la puerta.
–Buenas noches, señora, somos de la Policía. Necesitamos
hablar con su esposo.
–Ah, no; él está trabajando. Pero, ¿ustedes no habían
venido la semana pasada?
–Es algo muy importante.
–Bueno. Espere que ya le traigo.
Regresó con un cuaderno.
–Acá tengo anotado la sección donde trabaja Juan.
Para dictarles, creyó gentil destrabar la puerta. Pero
pronto fue víctima de otro interés.
–¡Vení para acá, hija de...!
Un segundo policía se le abalanzó y le pegaba en un brazo
con su pistola 45’, mientras un tercero, papel en mano, partía en el Chevy
verde de techo vinílico seguido por otro auto.
En la fábrica Peugeot, ante el jefe de vigilancia, Juan Carlos Villanueva, le dieron el papel. Un corpulento de bigotes lo instruyó:
–Dígale que la mujer está descompuesta; él va a entender.
Ignacio Vecchio dio la orden en la sección para entregarlo:
–¡A ver, Lachowski! Deje la máquina, que lo buscan.
El operario dudó pero, cuando pensó en los seis meses de
embarazo, se limpió las manos y salió de la planta. Eran las 22.45.
Ya afuera, rodeado, fue metido al auto en cuyo piso
estaba Ferreyra. Percibió el arranque de un segundo vehículo, el que iría a
recoger a los que habían quedado con Ana, de cuya casa saldrían con dinero,
alhajas, un reloj y un gamulán.
Al fin del viaje, Ferreyra reconoció los ladridos de la
bóxer y, en un momento, las mismas preguntas al segundo secuestrado. Toda la
noche, el desamparo y la humedad y la ignorancia acerca de armas y materiales
imprecisos y los gritos del amigo. Y la culpa.
A la mañana siguiente, sacados hacia Avellaneda, fueron
tirados cerca de la casa de Ferreyra.
–¡Y ni se les ocurra hacer la denuncia, eh!
A lo que Ferreyra no hizo caso, y se presentó en Bernal
2ª.
–Bien, vamos a darle intervención al juez de turno, Dr.
Eduardo Millán.
Recién con la caída del sol, Lachowski se animó a
acercarse a su casa. Horas después, en Chaco 1698, Bernal O., se presentó una
asistente social:
–Trabajo para Peugeot, señora.
Soledad Rosa Rodríguez revisó al obrero y escribió:
–No, no me voy a atender a ningún lado. ¿Con mi familia amenazada? No, no quiero que le hagan nada.“Hematomas en los brazos; puntos rojizos en varias partes del cuerpo; iguales marcas en los dedos de los pies. Su personalidad reviste estado de abatimiento; se lo observa demacrado y muy asustado”.
No obstante, el 1º de mayo debió ser trasladado al Centro
Julio Méndez. Al día siguiente, debido a las heridas internas, sufrió un shock
politraumático que le causó la muerte.
En la mañana del jueves 4, los obreros se concentraron en
el Km. 27 de la Ruta 2, ante Peugeot, en el límite entre Berazategui y
Florencio Varela. Deliberaron; comentaron la muerte de su compañero e
insultaron a los policías que empezaban a llegar. Alguien anunció:
–¡Compañeros! ¡Salimos para el cementerio de Ezpeleta!
Vieron llegar desde La Plata dos carros de asalto. Le
hicieron frente con pancartas pintadas en sábanas sujetas a cañas. Notaron poco
ánimo beligerante y, en silencio, 2000 obreros se pusieron en marcha.
Un par de gordos que miraban de lejos, enfundados en
camperas, comentaban:
–Vamos a tener que hacer algo si queremos deslindar al
sindicato.
–Y, bueno, pidamos a SMATA nacional que tramite audiencia
con el jefe de Policía y con el ministro de Interior para que se investigue.
Hasta las últimas consecuencias, ¿no?
No fueron los únicos sectores movilizados por el crimen.
El martes 16 a la 1.45, hubo quienes quisieron incendiar y balearon el
destacamento 50 del triángulo.
A Dardo Rocha y Calchaquí, de Bernal, llegaron dos autos modernos.
Parte de guerra a nuestro pueblo: En el día de la fecha, los Destacamentos Blajaquis-Zalazar y Felipe Vallese, de las Fuerzas Armadas Peronistas, atacamos un puesto de la Policía reinvindicando la memoria de nuestro hermano Juan Lachowski, asesinado por las fuerzas represivas. Llevado de la mano por la patronal imperialista de Peugeot, engañando a Lachowski lo sacaron de su sección entregándolo a la comisión policial....
... La burocracia sindical de SMATA no fue ajena a la madeja represiva-patronal. Una semana después, en una tímida solicitada, se daba por enterada, condenando por igual la violencia represiva y la violencia del pueblo. No mostraron la misma diligencia con que se apresuraron a condenar lo de Sallustro y Sánchez, coro de alcahuetes llorones de la oligarquía. Un obrero vale menos para Kloosterman que los patrones que le pagan su traición a los trabajadores mecánicos....Los policías en el Destacamento se contaban con los dedos de una mano.
... Por eso, denunciando los caminos sin salida de los Cámpora o Paladino, los Rucci, los Sapag, los Jorge Antonio, los Osinde, no perdemos tiempo en pelear los cargos para el acomodo y la coima en las listas del Partido, como hace la pandilla de delatores vandoristas de Avellaneda, encabezada por el “mandadero rematador” intendente Otero y funcionarios de Lanusse....Desde los autos dispararon al frente policial.
... Con la consciencia que nos dan 16 años de lucha, donde fuimos aprendiendo la importancia de DARLE ARMAS A NUESTRA BRONCA, ORGANIZACION A NUESTRO CORAJE, ESTRATEGIA A NUESTRA CONFIANZA, empezamos a construir, fieles a Perón, la alternativa independiente de la clase obrera y el Pueblo Peronista. Seguimos fortaleciendo nuestra organización político-militar construyendo Grupos de Base en las fábricas, en los barrios, en las villas....Tiraron seis bombas incendiarias.
... Caiga quien caiga y cueste lo que cueste, Venceremos!....–Somos el comando Felipe Vallese, de las FAP.
Le gritó una mujer a los policías.
... Fuerzas Armadas Peronistas..Además de FAP, el ERP le dedicó la contratapa de la revista en la que informaba de las ejecuciones del empresario Sallustro y el torturador Sánchez. Según Estrella Roja:
Lachowski fue secuestrado por un grupo que por su forma de operar pertenece a uno de los cuerpos parapoliciales de asesinos y torturadores. Esta es la verdad del GAN, del pacto social que la dictadura nos quiere hacer tragar con la complicidad de Rucci, Kloosterman y Cía. Como sucediera con Monti, otro trabajador asesinado en la cámara de tortura, y ahora con Lachowski, los militares pretenden detener la lucha del pueblo trabajador.El primer muerto por la tortura secuestrado en Berazategui, concitó el repudio de sectores inauditos, como la revista que publicó la Carta abierta a todos nosotros:
(…) ¿Cómo se habrá sentido Juan Lachowski, mutilado en sus 24 años, cuando sin culpa, sin denuncia, sin participación en ningún acto ni político, ni sindical, ni guerrillero, llegó hasta su casa con el cuerpo hecho jirones, los testículos quemados, crucificado de dolor, y se arrastró hasta los pies de su mujer embarazada, rogando por una última caricia, por una gota de agua, por vivir? ¿Qué penumbras cruzaron la mente de este humilde operario de Peugeot, de conducta irreprochable según la empresa, cuando bajo los afiches del Gran Acuerdo Nacional vio que se le iba la vida en manos de quienes deben custodiarla?El 22 de mayo, en el aniversario del Cabildo Abierto, al paso de las tropas militares, caían volantes; uno de ellos fue recogido por un hombre que lo guardó y se fue. Caminó hacia el Este, dobló a la derecha y en cada cuadra tomó del mismo modo, como si dibujara una escalera hacia el Este y el Sur, hasta llegar a Garibaldi y Allison Bell. Ya en la Brigada, extendió el volante a un uniformado sentado que movía los labios ante el papel hasta que por fin leyó para los demás:
Falta la indignación mayor por esa vida triturada que se llamaba Juan Lachowski, a quien los diarios no le dieron espacio, la televisión lo rozó por encima y a cuya mujer esperando el niño de la agonía no fue a saludar el cardenal Antonio Caggiano.
Pienso que esta muerte sin patente, sin esbozar ni acuñar el menor rasgo de acusación, tiene que dejarnos sin dormir. No podemos dar el ejemplo de que una muerte tiene un valor y otra, otro. Porque los dialécticos de siempre nos van a acusar de que nos dividimos en clases hasta en las tumbas.
Al hijo que palpita en las entrañas de la señora de Lachowski, cuando nazca, cuando le cuenten, ¿qué se le podrá decir? ¿Cómo enseñarle a crecer sin el infierno del odio?
Reaccionamos ante las tarifas eléctricas, la falta de azúcar, o nos iluminamos porque el producto bruto nacional creció el 5,5 %, pero callamos y nos marginamos cuando un Lachowski anónimo tiene la muerte del montón. Nos acordamos mal de Rosas o de Perón pero nos olvidamos de lo que pasa en este tiempo del “test eléctrico”, y no tenemos ni el rostro de Lachowski para ver “cómo era”, ni siquiera el cargo de conciencia de pensar qué será de su mujer, que lo vio agonizar con el miedo entre las piernas.
El ministro de Interior, doctor Arturo Mor Roig, por él, por el partido al que sirvió toda la vida, la UCR; por su lucha contra los abusos del poder, no puede desde el poder dejar que abusen. Porque entonces nos habremos suicidado como idealistas, y todos, queriendo o no, habremos torturado a Lachowski.
Mi silencio me haría sentir cómplice de está muerte-símbolo. No escribo para rescatarme. Escribo para que la indignación y mi vergüenza no me asesinen.
Bernardo Neustadt
–"Juicio y castigo a los que torturaron a
Ferreyra y mataron a Lachowski. Por la liberación de los presos políticos y
gremiales. Que se destruyan en lugar público los elementos de
tortura”.
Entonces, soltaron la carcajada.
En el desfile del 25 de mayo, por la peatonal Rivadavia,
hubo más volantes. Y detenidos: Alejandro Atilio Cicagno; Juan José Alarcón;
Roberto Denis; Lucio Benito López; Adriana Silvia Fontana.
–Pide por ellos una Mesa de Movilización Popular: LADH;
Movimiento de Resistencia Radical; FJC; ENA; JP Quilmes; JP Comando de Unidad;
el Encuadramiento de JP y Grupo de laicos de la parroquia de Luján; donde está
Luis Farinello, quien adhiere junto al presbítero José André.
En la Comisaría Quilmes 1ª, negaron tener detenidos.
A tres cuadras de otra comisaría, en la metalúrgica
Merek, de Palaa y 9 de Julio, fue dejada una bomba en la oficina de personal:
–¡Hay que resistir contra la dictadura!
Antes de las 6 de la mañana, huyeron en dos autos. Atrás
dejaron, ese día de aniversario, las pintadas con aerosol:
"Viva el Cordobazo; Por un gobierno revolucionario y popular; Contra el GAN y el frentismo".La caja fue retirada por efectivos de Avellaneda 1ª y de la Brigada Antiexplosivo de La Plata.
Luego apareció una carta de un Grupo Obrero Revolucionario
(GOR) que fotocopió documentos de la Defensoría Patronal, tomados de la sede de
Sarmiento 76, en los que:
Se prueba la acción conjunta de la investigación personal de varias empresas sobre sus empleados”.
Meses después, un joven señaló al chalet en San Martín,
entre Mitre y Bs. As., de Adrogué.
–Me parece que es acá.
En la vereda de Loma Verde, los vecinos comentaban:
–Ahí, desde enero que, cada dos por tres, en el galpón
del fondo, se escuchan gritos.
–Pregúntenle a “Valdivia”, que vive al lado. Anda sin
trabajo, así que ahora debe estar.
De la precaria casa contigua, salió Héctor Ortiz:
–Yo, lo único que les digo, que los que torturan ahí son
policías.
Los abogados de Peugeot salieron hacia el Juzgado Penal
5, de La Plata.
Tres días más tarde, del despacho del ministro de
Interior y para enfrentar a un grupo de periodistas, salió el adjunto de SMATA,
José Rodríguez:
–El objetivo de esta visita fue evitar que se distorsione
la investigación del caso Lachowski.
A su lado se paró Mor Roig para decir:
–Tienen todo mi respaldo a la cuestión. Para que se
investigue hasta las últimas consecuencias.
En La Plata, donde se tramitaban las causas de esta parte
del conurbano, tomaban declaración:
–Diga su nombre completo y función, por favor.
–Comisario Oscar Moler Macario, jefe de la Brigada de
Investigaciones de Avellaneda.
–¿Qué sabe del caso de tortura seguida de muerte de Juan
Alfredo Lachowski?
–No conozco el hecho, su señoría.
–Sin embargo, uno de los numerarios, que hoy lo acompaña,
es el dueño del chalet de Loma Verde que funcionaba como casa de torturas.
–Dr. Millán, usted comprenderá que yo no puedo estar al
tanto de lo que Francisco Benevento o cada hombre a mi cargo haga con sus
respectivas propiedades.
–Y el auto de los secuestradores, que fuera visto en 12
de octubre 234, de Berazategui, ¿también le es desconocido? Por si acaso, voy a
pedir la lista de traslados desde el 1º de enero en su dependencia.
En Adrogué, quienes salían de un templo comentaban:
–Esto de la misa por los torturados… está bien, pero no
alcanza.
–Nosotros vinimos desde Bernal, no por la misa, sino
porque éramos vecinos de Lachowski.
–Vamos para Loma Verde.
Más de 500 personas caminaron hasta la casa del horror,
donde alguien arengó:
–¡Nadie puede negar que la Policía tortura! Ahora,
Santiago Felipe Salas, porque le había hecho juicio al patrón, fue torturado en
la Comisaría de Varela; por lo que ya hay una denuncia en el Juzgado 7.
Otro tiró una piedra contra la ventana. Varios lo
imitaron. Al rato, la vereda se llenaba de vidrios, rejas retorcidas y una
fogata, ante la Policía, que no intervino.
En La Plata, seguía la instrucción.
–Que el perito forense, Martín Vucetich, analice la
sangre cero universal de Lachowski.
–Bien, doctor Millán. ¿Algo más?
–Sí. ¿Qué novedad hay de los anónimos que nos amenazaban?
–Nada más que el nombre del ex convicto que hizo los
llamados, José E. Zola; prófugo.
Afuera, la Asociación del Poder Judicial convocaba...
...a un paro de media hora contra las amenazas y en apoyo a quienes tienen la misión de reprimir a los torturadores y sus cómplices”..En la sala de espera, aguardaban su turno Ana de Lachowski y Eladio Ferreyra.
A cierta distancia, el fiscal Ricardo Mario Fuentes
dejaba trascender:
–Voy a pedir cinco años.
El domingo 30 de julio, en el cementerio, obreros de
Peugeot rindieron su homenaje:
–¡A todos los que han muerto bajo las torturas a que los
sometió el régimen!
En la fábrica, continuaban la lucha. Cuando Peugeot, ante
la suba en la producción del 15% y la baja de 7 en las ventas, 600 obreros iban
a ser despedidos, tomaron la planta y resistieron el asedio de la Policía.
Hasta que acordaron en trabajar un día menos. Ganaron los obreros.
En Quilmes, por Rivadavia, doscientas personas coreaban
en su marcha a la plaza San Martín:
–¡Pan y Trabajo / la dictadura, abajo!
–¡Por un Argentinazo / armemos nuestros brazos!
Muchos comercios estaban cerrados; otros se apuraban a
bajar sus persianas.
–¡Yanquis: atrás / los pueblos quieren paz!
–¡El pueblo unido/ jamás será vencido!
Al llegar a Moreno, se detuvieron. Ariel Bucich
improvisó:
–¡Estamos acá porque queremos combatir al régimen!
Cuando salieron hacia la estación y la montada (frente a
la Redacción del diario El Sol) cargó contra ellos,
respondieron con piedras. Aún apaleados, continuaron con las pedradas. Sólo al
tenerlos muy cerca, se dispersaron…
… Pero para reagruparse en Rivadavia y Lavalle, donde
comprobaron que a la carga de la montada se sumaban dos vehículos.
Una cuadra al norte, en Alsina, algunos jóvenes
improvisaron una barricada que sería desarmada por policías, entre los que uno
de civil ordenó:
–¡Que manden perros!
La montada avanzó por Rivadavia:
–¡Vamos! ¡Circulen; circulen!
Algunos acataron; otros, como Cora Otamendi de Bucich,
discutieron. Néstor Rojas fue de los que entraron en una escuela, a dos cuadras
de Rivadavia, y tocaron la campana para arengar a que los pibes salieran a la
calle. Subieron a una obra para arrojar tablones contra los uniformados. Una
cuadra al sur, en Alem entre San Martín y Moreno; como en Garibaldi y Alvear,
tiraron cajones o esparcieron vidrios. No atentaron contra las propiedades ni
tuvieron detenidos, como en Berazategui, donde centenares de estudiantes con
estribillos y carteles contra la dictadura frente a una Policía que, aun con
“inusitado” despliegue, detuvo a pocos.
El 15 de agosto, en el pasillo del Juzgado, ante cuatro
mujeres y un hombre que esperaban, un policía los adoctrinó:
–Ustedes no vieron nada, ni saben nada.
Fue mandado a llamar por el juez Millán:
–Sargento Orlando Barrionuevo, delante del comisario
Cuello le pregunto. ¿A qué se debe esa actitud?
–No es lo que usted cree. No quise significar eso.
–¡Ah! ¿No? De todos modos le vamos a abrir actuaciones
ante el Dr. Elorz, juez de turno, por instigación al falso testimonio.
Retírese.
Ya a solas, se acercó el secretario:
–Dr. Millán, con los indagados de hoy llegamos a
cincuenta. Esperan afuera cuatro administrativas y otro miembro de la Brigada
de Avellaneda.
–Que primero pasen las mujeres. Ningún policía es
confiable en el caso Lachowski.
Anochecía ese martes en las redacciones porteñas donde
sonaban los teléfonos:
–Sí, sí, una rebelión... Y se fugaron… Los guerrilleros,
claro. Tomaron el aeropuerto.
Los periodistas corrieron a abordar el primer avión a
Comodoro Rivadavia. Comenzaba otra historia.
***
La masacre de Trelew aceleró los tiempos políticos y en
1973, la salida a la democracia era imparable.
Mientras, en el Juzgado en La Plata, un hombre de traje
leía:
–En la causa del obrero Lachowski, doy cuenta de
las detenciones de: inspector Antonio Olindo Chena; sargento Manuel Cortez;
cabos Juan Caracciolo y Roberto Mario Rocha, comunicados en el cuartel de
bomberos de La Plata. Permanece prófugo el oficial principal Héctor Juan
González, procesado por torturador.
El juez Millán levantó la vista hacia su secretario y
consultó:
–Creo que está bien, ¿no? ¿Qué decía de estos, la
Policía?
–Que estaban “en comisión en el interior, sin poder
localizarlos”.
–Bueno, ahora saben dónde localizarlos. Pero si dejaron
prófugo a González, deben haber arreglado descargar toda la culpa en él para
despegar al resto.
–A propósito, ¿Qué pasó con el documento que se le cayó a
uno de los raptores?
–¿Pensás que se le cayó o que lo tiraron para despistar?
Mandá a periciarlo.
Pasado un mes del pedido de captura por el crimen...
–Doctor, la preventiva al torturador González fue
confirmada por la Cámara III.
–Bien. ¿Y qué pasó con el testigo?
–Ah, sí. Acá lo tengo. El testigo había dicho “Puedo
reconocer al oficial González; a José Alfredo Zola y al cabo Caracciolo, que
había ido a buscarme a un taller mecánico en Quilmes, pero lo despisté”. Es
Martín Varela, 42 años, de Solano, amigo del cuidador de la casa de Loma Verde,
Carlos ‘Valdivia’ Ortiz. Ambos, inhallables. Varela se sentía perseguido según
dijo un sobrino. Hace quince días que no lo ven.
–Ni vamos a verlo. O los compraron, o los asustaron. Me
parece que por ese lado, estamos sonados.
Recién en 1974, se llegó al juicio. El 30 de septiembre
se iniciaba el juicio por torturas seguidas de muerte. En la Sala III, repleta
de asistentes, policías y 48 testigos, primero compareció el cabo de la Brigada
Avellaneda Juan Caracciolo, único acusado que quedaba.
–Yo era chofer del comisario Rodríguez, nada más.
Ante el pedido del fiscal por prisión perpetua, insistió:
–¡Soy inocente y lo digo bien fuerte para que escuche
toda la sala!
Actuó a los gritos; sabía que no lo abandonaría ni “la
institución” ni su ex jefe, el comisario Oscar Moler:
–No conozco el hecho. Además, Caracciolo era chofer y,
por lo general, no intervenía en procedimientos.
El comisario Versa contrarió:
–Yo encontré la casa de torturas en Loma Verde.
El vigilante de Peugeot observó el papel con los datos de
Lachowski y dudó:
–Creo que el que me mostraron, hace dos años, tenía
letras más grandes y menos claras.
–Esa prueba será analizada en la segunda jornada. Se
levanta la sesión.
Al día siguiente, el escrito fue exhibido por la perita
caligráfica, Irma Olga de Romay:
–Es la letra del suboficial Caracciolo.
Un leve frío corrió por la columna del acusado. Aunque la
extensa explicación de Romay fue rebatida por unas diapositivas de las peritos
oficiales Nancy Felices y Luisa A. Ghisoli.
Hasta el fiscal de partes, Dr. Miguel Angel Moreno,
insistió:
–No es la letra de Caracciolo.
El fiscal Mario Vera Tapia alegó…:
–... total desprecio hacia la humanidad. Más doloroso,
puesto que los autores de esos hechos probados eran policías que exageraron su
función, se equivocaron o se asociaron con fines de provecho personal. El miedo
y el terror cerraron muchos labios; quizás eso llevó a esta dificultad de
pruebas.
El acusador miró a la audiencia y tomó aire para
compensar:
–... las pericias caligráficas habían determinado que el
fiscal de primera instancia pidiera prisión perpetua, pero la esposa de la
víctima, cuyo valiente testimonio todos hemos escuchado, dice que a Juan
Caracciolo no lo vio nunca. Nadie vio a Caracciolo, por lo tanto, no puede
haber acusación.
El defensor, Luis María Roberts Alcorta, arremetió
entonces:
–La institución ha sufrido la úlcera terrible que esos
malos policías le hicieron. Pero… ¡Todos hemos oído que Juan Caracciolo es
inocente!
El presidente del tribunal, Juan Carlos Bruni, deliberó
con sus pares Ernesto García Maañón y José Osvaldo Volponi. La sentencia, leída
por el secretario, Pedro Luis Soria:
–... en fallo unánime, la absolución del acusado...
El policía sonrió satisfecho.
–... pero se debe castigar a Héctor Juan González y José
Alfredo Zola y para ello se determina devolver las actuaciones al juez de 1ª
instancia...
Las crónicas dirán:
El oficial principal Héctor Juan González y José Alfredo Zola, prófugos. Sus cómplices, el oficial inspector Antonio Olimpio Chena; el sargento Manuel Cortez y el cabo Roberto Mario Rocha, estaban en libertad provisoria. El dueño de la casa de torturas, Francisco Benevento, de la Brigada de Avellaneda, condenado a 8 años de prisión, fue liberado por el beneficio de la ley de excarcelaciones.Mientras leía el secretario, los vecinos de Lachowski ya estaban de espalda, para irse; confirmaban que no había diferencia entre la democracia de Isabelita y la dictadura que había cometido la atrocidad contra el obrero por quien hasta Neustadt se había pronunciado.
El testimonio de su viuda, al borde del llanto, aún
retumbaba:
–¡Nunca supe qué querían que dijera! ¡Y quisiera saberlo
para contarle a mis hijos porqué lo mataron!
El recinto donde se esperaba justicia quedó vacío; en un
enorme silencio sepulcral.
Alberto Moya (periodista de Berazategui)
PS:
En julio de 1973, cuando el
Presidente Héctor Cámpora fue reemplazado por Raúl Lastiri, la Brigada de
Avellaneda cambió de jefe. Aunque continuó Cortez, en libertad provisoria por
el crimen de Lachowski, ahora respondería a Miguel Etchecolatz.
Juan Caracciolo, último
detenido y juzgado por el crimen de Lachowski, será muerto por la guerrilla el
26 de agosto de 1976.
Fuentes
El “Parte de guerra a nuestro pueblo”, de FAP, en el
libro de Eduardo Luis Duhalde: De Taco Ralo a la alternativa
independiente, pp 265, que lo ubica
–por error– en abril.
Neustadt: Carta abierta a
todos nosotros, en el Nº 174 del 17 de mayo de 1972 en País-País, un
boletín semanal en papel rosado con información confidencial para que circule
en la esfera pública. Días después, Alejandro Lanusse pedía a los militares una
investigación y recomendaba cuidar el prestigio. Hacia junio, fue reproducida
en su revista Extra, Nº 83. www.bernardoneustadt.org/nota
Diarios de 1972
La incursión sobre la Policía apareció en El
Sol, miércoles 17/5, pp 9, con foto en portada. “Intentaron incendiar
y balearon el destacamento 50 del triángulo”.
El Sol, 5/5 pp 9: Preocupa la mortal
agresión de que fuera víctima un obrero de la fábrica Peugeot. 6/5, pp 11: Muy
complicado el caso del obrero de Peugeot muerto por torturas. El
Sol, 23/5 pp 9, y sábado 27: Denuncia detenciones en Quilmes una
entidad de carácter popular. El Sol, 3/6, pp 9: Hallan casa de
aplicación de torturas. 7/6, pp 9. (Reunión en Interior). 7/7, pp 9; foto del
comisario. 11; 14 y 21, pp 9. 29. pp 11; 30 y 31/7, en portada: foto de
pancartas. (Propiedad de Benevento, en El Día, 1974). Lucha en Peugeot:
El Sol 1/8. Caso Lachowski: Derivaciones. El Sol, 16/8, pp 9. 28/8, pp
9: “Ultimó a ex penado...”. Subtítulo: Habrían torturado a un obrero.
Fletero reconoció casa y Brigada de Avellaneda. “El caso conmovió al país”.
Robos en casa de Ana: El Sol, 20/10 pp 9: “Derivaciones
imprevistas en el caso Lachowski”.
Notas sobre obreros de Peugeot
El Sol, 15/9 en portada: Suspensión de
Peugeot a un centenar de delegados. 19/9 en portada: Se agrava el caso Peugeot
por “errores de conducción”. 13/10 pp 9; Peugeot: tensión gremial por la separación
de 20 delegados. 13/10 pp 9: “Procesado por torturador, prófugo un oficial de
policía”. 20/10 pp 9: “Derivaciones imprevistas en el caso Lachowski”. 23/10 pp
9 y 18/11: “Caso Lachowski, confirman preventiva de un policía”.
Adalberto Arzaina: “Lachowski, de
soltero vivió en Varela. De casado, en Bernal. Tuvo una nenita. Fui al velatorio,
le busqué trabajo a la esposa”. Entrevista del autor.
Jorge
Hermann, del Círculo de Periodistas de Berazategui, ex trabajador de Peugeot:
“La lista oficialista era la Verde. En la oposición se armaron las Celeste y Blanca; Gris; y Blanca. La primera era de izquierda, con ‘el Gordo’
Salamanca y Elpidio Torres como dirigentes nacionales. Respecto de Lachowski, confirmó
que Vecchio era jefe de turno; el de Vigilancia era Juan Carlos Villanueva.